Los Laboratorios
Celera Genomics, situados en los bosques de Maryland están
protegidos como un búnker atómico, dado el valor de los datos que
almacenan sus potentes ordenadores. Ni siquiera el perro de Craig
Venter, el Presidente de la compañía, se libra, pues lleva una
tarjeta de identificación al cuello.
Craig Venter es el verdadero catalizador del proyecto. Su aparición
en el mundo científico investigador empresarial, forzó la
maquinaria de la Corporación Internacional al establecer una fuerte
competencia en la carrera, cuyos resultados están a la vista.
Venter, nacido en S. Francisco, quedó marcado por la guerra del
Vietnam. Al regreso de la contienda, estudió bioquímica en la
Universidad de San Diego. Su mujer, Claire Fraser , eminente bióloga
molecular que colabora obviamente con él, asevera: Vietnam lo cambió.
Lo convenció de que el tiempo es oro, de que hay que conseguir que
cada minuto de cada día merezca la pena.
Levanta pasiones ante la comunidad científica; nunca deja a nadie
indiferente: o le admiran o le odian.
Las diferencias visibles entre los cromosomas humanos y los del
chimpancé, son pocas y minúsculas. En trece cromosomas no existe
diferencia aparente. Si se elige al azar cualquier "párrafo"
del genoma del chimpancé, y se coteja con el correspondiente del
humano, se hallará que muy pocas "letras" son diferentes,
menos de un dos por ciento. Nosotros somos chimpancés con una
aproximación del 98 por ciento, y ellos son seres humanos con un
intervalo de confianza del 98. Si nos duele nuestro amor propio,
debemos considerar que los chimpancés son sólo gorilas en un 97
por ciento, y los humanos somos también un 97 por ciento gorilas.
Dicho de otro modo, somos más parecidos a los chimpancés que los
gorilas.
No hay un hueso del chimpancé que no compartamos. No se conoce
substancia química en el cerebro de uno de ellos que no pueda
encontrarse en el humano. No se conoce parte alguna del sistema
inmune, del aparato digestivo, del vascular, del sistema linfático
o del nervioso que nosotros tengamos y ellos no, o viceversa.
Un equipo de científicos de la Universidad de Illinois ha elaborado
el mapa genómico con el 92 por ciento de todo el material genético
presente en los cromosomas del ganado vacuno. De los 768 genes
incluidos en este mapa, 638, es decir, el 83 por ciento, pueden ser
considerados idénticos a genes humanos que, incluso están situados
en la misma posición en los cromosomas también correspondientes.
De hecho, el análisis comparativo ha revelado 149 fragmentos cromosómicos
que son prácticamente idénticos en ambas especies. Incluso parece
que hay cuatro que tienen los mismos genes.
Estos investigadores han dibujado el más completo mapa genómico
del ganado vacuno, lo que permite hacer un comparativo con el ser
humano de la misma forma que se ha hecho con la mosca del vinagre o
el gusano Celegans. Aunque sesenta millones de años de evolución
separan a los seres humanos de las vacas, ambas especies compartimos
un 83 por ciento de sus genes.
Este tipo, y similares, de investigación, permite a los científicos
comprender mejor los mecanismos de la evolución desde el punto de
vista molecular. A demás el estudio de genes de otras especies
ayuda a descubrir con mayor profundidad la función de numerosos
genes humanos.
Craig Verner, presidente de la Cia. PE-Celera Genomics, ha declarado
que ha obtenido la secuencia completa del genoma del ratón,
habiendo descifrado mas de 9.000 millones de pares de bases. El
genoma del ratón es una herramienta extraordinariamente valiosa
para interpretar el genoma humano, ya que es un animal muy utilizado
como modelo para numerosas investigaciones sobre la biología y las
enfermedades humanas, se estudian mecanismos de herencia, se diseñan
nuevos medicamentos y se hacen comparaciones con otros seres vivos.
Los humanos y los ratones compartimos alrededor del 90 por ciento de
nuestros genes.
La comparación de genomas permite identificar lo que es esencial y
lo que es accesorio en la información genética de los seres vivos
y constituye una herramienta para diferenciar la evolución de las
especies.
Hace falta disponer de los genomas de otras especies como el perro,
el gato, el chimpancé o la rata, para poder interpretar el genoma
humano hasta sus últimas consecuencias.
Otros genomas complejos están ya completos, como el de la levadura
(saccharomyces cerevisiae), en 1996; el del nematodo Caenorhabditis
Elegans, en 1999; el de la mosca del vinagre, en el 2.000.
Hasta 1955 se aceptaba que los seres humanos tenían veinticuatro
pares de cromosomas. Era uno de los hechos que todo el mundo sabía
que era cierto. Y ello porque un tejano llamado T. Painter había
realizado unos finos cortes de testículo de dos hombres negros y
uno blanco castrados por "demencia y abuso de sí mismos"
y los había examinado al microscopio, en 1921. Trató de contar la
masa enmarañada de cromosomas despareados que veía y llegó a la
cifra de veinticuatro. Mas adelante otros repitieron el experimento
de forma distinta y coincidieron.
Durante treinta años nadie lo puso en duda. Un grupo de científicos
abandonó sus experiencias sobre células hepáticas porque sólo
pudieron encontrar veintitrés. La verdad no empezó a abrirse paso
hasta que en 1955 un indonesio llamado Joe-Hin Tija, utilizando técnicas
mejores observó claramente veintitrés. Incluso, en colaboración
con Albert Le-van volvieron atrás y contaron también veintitrés
en las fotografías de los libros en cuyo pié ponía veinticuatro.
Al descifrar la información del genoma humano, los científicos
concluyen cómo desde el punto de vista biológico todos los seres
humanos son iguales. El 99,99 por ciento de los genes son iguales
tanto para un caucásico, como para un componente de la tribu más
recóndita de A frica, o de Nueva Zelanda. De acuerdo con esta
observación cada vez es más difícil aceptar la idea de raza que
tan evidente nos ha parecido durante siglos. Pero las apariencias
desaparecen cuando se profundiza mas allá del simple color de piel,
rasgos faciales, morfología craneal, etc. y nos hundimos dentro de
los cromosomas en busca de indicios que puedan sostener diferencias
sustantivas biológicas entre los seres humanos.
Cualidades como la inteligencia, el talento artístico o la
habilidad social son producto de complejas relaciones entre varios
miles de los aproximadamente 32.000 que según los cálculos puede
contener el genoma humano. Rasgos diferenciales como el color de la
piel o las facciones, son controlados por un número muy pequeño de
genes. Estas características externas se habrían desarrollado
velozmente en la corta historia de la Humanidad para responder a
variaciones extremas en el medio ambiente y adaptarse. L a
investigación del genoma desmonta totalmente las teorías de
cualquier raza superior.
Todos los miembros de nuestra especie somos, genéticamente, idénticos.
La similitud entre dos personas escogidas al azar, sería del 99,99
por ciento. os estudios de Celera Genomics sobre el genoma de
cinco individuos de diferentes etnias, revelan que las personas de
diferentes grupos raciales pueden ser más similares que, incluso,
individuos de una misma raza. Puede haber mas similitud entre
habitantes de las antípodas que entre vecinos de un mismo pueblo.
O, dicho de otra manera, sólo nos diferenciamos en un 0,01 por
ciento. Los científicos descubrieron 2,1 millones de variaciones
insignificantes de una única unidad en los genomas estudiados.
Estas alteraciones o diferencias de una sola "letra" entre
los 3.000 millones del genoma, tienen relevancia médica y podrían
explicar la propensión de cada individuo a determinadas
enfermedades. Ayudará, además, a diseñar fármacos específicos
adaptados al perfil genético de cada persona.
La mayor parte de la larga secuencia de ADN, el 95 por ciento, no
tiene función aparente. Lo que llamamos ADN basura. Sólo 2,5 centímetros
aportan la información necesaria para nuestra vida. Se han
identificado alrededor de 35.000 genes. Hace un año solamente, todo
el mundo apostaba por más de 100.000.
Aún no hay respuesta convincente que explique como genes similares
en número y composición pueden organizar organismos aparentemente
tan dispares como un gusano invertebrado, una mosca o un ser humano.
Sólo se han encontrado 300 genes humanos que no existan en el ratón.
Los tiburones y las ratas tienen tanto ADN como el hombre. La ameba
dubia, una criatura unicelular tan simple como la levadura de los
panaderos, tiene un genoma 200 veces mayor que el nuestro.
Los humanos sólo tienen el doble de genes que la mosca del vinagre
y un tercio más que un gusano nematodo. Probablemente sea una mala
noticia para nuestra autoestima.
El Nobel D. Baltimore explica que la clave reside no tanto en el número
sino en sus complejas estructuras e interacciones, que pueden
generar una superior cifra de proteínas. |