MEDICINA |
LAS RESISTENCIAS DE LAS VACUNAS Desde
el hallazgo de la primera vacuna, siempre ha habido resistencia de la población
a recibirlas y muchos los miedos a los posibles efectos secundarios que pudiera
haber al aplicarlas en las personas o peor aún en los niños. Efectivamente,
el mismo instinto de supervivencia del ser humano, le hace rechazar de entrada,
la aceptación de algo extraño a su organismo; si no fuera con la firme
convicción, de que dicho elemento le abonará unos beneficios aceptables tanto
para su salud orgánica o bienestar personal. Es
así, como ha costado grandes y numerosos esfuerzos, desde que la Organización
Mundial de la Salud, indicara a todos los países miembros, la creación de un
calendario para prevenir enfermedades de tipo infeccioso, y de alto poder
contagioso. Desde
entonces hasta la fecha con considerable afán han tenido que trabajar los
estados interesados en la aplicación de dichos calendarios, siendo aún , mínima
la población mundial que se ha podido beneficiar de dichos logros; ya que en
muchos países en vías de desarrollo se han encontrado problemas, tanto a la
hora de realizar un censo poblacional infantil, debido a la escasa estructura
administravo-social que poseen dichos países, como en la escasez de medios técnicos-económicos
como para poder conservar de medios como para poder conservar y transportar las
vacunas en frigoríficos, allá donde estos no existen, o en no poder
administrarlas a la población en general, por escasez de personal sanitario.
Los habitantes de los países
desarrollados , hemos tenido la ventaja de poder disponer tanto de los medios
administrativos, técnicos y económicos para poder aplicar las vacunas de las
enfermedades que políticamente se desean erradicar; habiendo obtenido así éxitos
como en la desaparición de la viruela, y en un futuro no muy lejano del sarampión
; pero aún quedan enfermedades que popularmente se aceptan como banales o
necesarias, creyendo que no es necesario la vacunación de las mismas, o bien
que es necesario padecerlas para quedar inmunizados; creándose así la
resistencia a aceptar, bien otras
que ya existen; y a las que por política epidemiológica no se les da valor a
nivel del porcentaje de la población que las padece, olvidándonos del
beneficio real de la población que quede protegida, cuando la vacuna contra el
Meningococo A-C o la Varicela.
Desde principio de siglo hasta el
final del mismo se han podido evitar numerosas enfermedades, y lo que es más
importante se ha logrado obtener un beneficio máximo en cuanto a proctección
poblacional de las mismas, pero aún queda por descubrir otras vacunas, que en
el caso de hacerlo lograrían la erradicación no sólo de enfermedades, sino
que también se conseguirían un aporte más, cara al bienestar social, como
ejemplo tratándose de la vacuna del SIDA, diversos tumores y la diabetes.
Actualmente se intenta completar cada
vez más el esquema de inmunización a un mayor número de enfermedades, siendo
obligatoria la aplicación de muchas de ellas; pero aún quedan y un gran número
de vacunas, algunas de las cuales, se van añadiendo a las ya rutinarias dentro
del proyecto de la comunidad y más concretamente dentro de nuestro país, como
por ejemplo la hepatitis B y el Haemophilus B, y otras que aún conociendo sus
beneficios, aún encuentran resistencia dentro de la población en general, y lo
que es más curioso, en algunas ocasiones dentro del colectivo médico, sea
porque la novedad de las mismas aún no ha permitido conocer su beneficio estadístico,
bien por el alto costo económico de salida con el que se presenta al mercado,
sin estar aún costeadas por el sistema se salud pública .
En Tegucigalpa, tuve la oportunidad
de escuchar al catedrático de Pediatría Meneguello que actualmente trabaja para la Organización
Panamericana de la Salud, decir, que
“la peor vacuna es aquella que conociendo sus beneficios, no se administra”.
A partir de esa ocasión, me he repetido la misma frase, sobre todo a la
hora de valorar un consejo a los padres de mis pacientes, y en muchas ocasiones
la he hecho mía, enunciándola con más énfasis aún al decir si aplicar una
nueva vacuna; pero pienso que aún queda mucho por hacer y convencer, de que lo
importante no es curar sin antes prevenir, y como no, vivir en salud sin
necesidad de curar. Fructuoso
Fuentes Morales |
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