ARTÍCULOS VARIOS

 

ESTADO DE SALUD Y FUNDACIONES

Desde hace algún tiempo las administraciones sanitarias han venido recurriendo a la fórmula de al institución fundacional para encauzar determinados proyectos de investigación, vincular el papel del capital privado al desarrollo de programas sanitarios o sencillamente ensayar nuevos modelos de gestión de la sanidad pública. La discusión sobre la conveniencia, oportunidad o bondad de este recurso se ha centrado en contradictorias posturas políticas teñidas, las más de las veces, de ideologías aparentes y ha puesto en el candelero informativo una realidad que, por antigua y generalizada en otros ámbitos sociales, no justifica en si misma la polémica. Me interesa en este artículo, no defender o adscribirme a ninguna de las posturas protagonistas de la polémica, sino avanzar algunos planteamientos básicos sobre el papel que, con independencia de que su promotor sea una institución pública o privada, creo pueden desempeñar las fundaciones en el ámbito de la salud.

En la razón de ser de la fundación podemos encontrar los elementos para el análisis. La fundación no es más que una masa patrimonial, un conjunto de recursos materiales que son puestos al servicio de un fin que le confiere el especial privilegio de nacer al derecho como persona. De este alumbramiento jurídico es responsable el fundador que cede un patrimonio inicial y libera finalmente el desarrollo y vida del mismo a las resultas de unos fines y unas reglas de funcionamiento por él expresados en el acto fundacional. A diferencia de las restantes personas jurídicas (sociedades, asociaciones, etc.), el promotor de la fundación compromete parte de su patrimonio cediendo su control definitivo a la estructura organizativa del patrimonio mismo. El interés social que merezcan los fines de la fundación justificará, por último el reconocimiento por parte del Estado de su utilidad pública. En este compromiso percibimos un componente de generosidad (no necesariamente desinteresada) que, en razón de determinados fines, cuestiona los principios básicos de la economía común vigente. En el caso que nos ocupa, la promoción de los asuntos relacionados con la salud merece la pena de tal modo, que el fundador renuncia al legítimo interés de controlar hasta sus últimas consecuencias parte de su patrimonio. Aquí reside el primer síntoma de la buena salud de estas fundaciones: son una apuesta comprometida por un valor que se considera trascendental para la vida social.

Una vez constituida, la fundación podrá desarrollar sus fines mediante un elenco no catalogable de actuaciones cuya única limitación está constituida por la legalidad y el respeto a dichos fines. Se pone de manifiesto así una capacidad de innovación, aventura y experimentación que coloca a las fundaciones en la posible punta de lanza de los modos de actuar social. Frente a los requerimientos del mercado que condicionan la vida de la empresas y entidades mercantiles o los sistemas de control que burocratizan la actuación de los entes públicos, las fundaciones puenden imaginar, crear inventar. Al hacerlo, ofrecerán modelos a seguir o permitirán descartar opciones malogradas. Con su éxito y su fracaso, contribuirán al saber común, enseñarán, inspirarán.

Por último, la fundación constituye un doble vehículo de participación de los ciudadanos en la vida colectiva. Al constituirla, los fundadores se pronuncian sobre el proyecto social, expresando sus prioridades sobre los problemas a considerar y proponiendo soluciones a los mismos. Posteriormente, el éxito de las actividades de la fundación, su prestigio y el reconocimiento formal y material que obtengan pondrán de manifiesto la adscripción y el acuerdo de la sociedad respecto a aquellos pronunciamientos programáticos y la forma de desarrollarlos. Si el ideal de organización democrática no limita su expresión a la esporádica manifestación de la voluntad política mediante el voto, no hay duda que las fundaciones son un importante instrumento de articulación social. Su desarrollo, el aumento de las donaciones que reciban, la importancia de las colaboraciones con otras instituciones, nos darán la medida del apoyo social obtenido. En una materia tan delicada como la salud y de tan evidente e inmediato interés social, esta participación en la determinación de los objetivos y en la propuesta de las soluciones supone, a mi entender, un afortunado, aunque humilde, tratamiento para la mejora de la salud de nuestro sistema sanitario.

José María Fernández Rodríguez