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Amor y desencuentro matrimonial

Todo inicio de una vida en pareja supone un reto donde el proyecto conjunto prima sobre los riesgos negativos que pudieran aparecer. Por eso, el matrimonio es una aventura que se inicia como tarea llena de entusiasmo. Sosteniendo y cohesionando el proyecto está ese amor que forma parte de los dos. El amor matrimonial ya no teme ser correspondido. La pareja que camina unida a dejado atrás quizá el principal responsable de los desencuentros del hombre moderno: el individualismo. David Blankerhon director del Institute for American Values, en Nueva York, ha señalado que "El culto al yo primero", en virtud del cual cada uno da prioridad a sus necesidades individuales, entraña el rechazo de las responsabilidades y compromisos inherentes al matrimonio y a la familia.

Superar el individualismo implica adelantarse en "el otro/a"; es salir del circulo psíquico y afectivo propio para comprender y amar desinteresadamente al otro. Cuando esto sucede, comienzan a descubrirse las realidades ajenas, unas, las mas queridas, son las que enamora; otras más arduas y rechazables, son las causantes del desamor en la pareja. Todas ella están en continua actividad emocional, mostrando unos paisajes que son diferentes en las distintas etapas de la vida, pero donde el buen amor debe ser mas amplio y perdurable que los periodos o factores que generan los desencuentros.

Conseguir que el matrimonio funcione requiere que la pareja sepa ofrecer soluciones positivas sobre sus propias deficiencias. Se trata de buscar momentos y/o actividades que unan, evitando reactivar las heridas del pasado, acusaciones, humillaciones, etc. Sobre estas otras actitudes que distancian se deben valorar ciertas pautas que favorecen el amor y la estabilidad matrimonial:

En primer lugar es necesario para lograr cierta estabilidad el conocimiento de la geografía sentimental del cónyuge. El mundo de la afectividad, la sensibilidad, las emociones, las fuentes de gratificación, los detalles que alcanzan el corazón son aspectos importantes que deben ser conocidos por el marido y la mujer. De esta forma, aun cuando no sienta lo mismo ante un estimulo externo, se tendrá la capacidad para hacerse cargo de lo que siente la otra parte, se comprende al otro/a, se está a su lado en el momento difícil cuando mas se necesita. Indudablemente esto genera gran seguridad confianza y amor. Es una fuente de estabilidad y alegría. Así resulta fácil sortear los obstáculos destructivos que pudieran aparecer en el camino.

También se deben proporcionar fuentes de autoestima al cónyuge. No son frecuentes los maridos que alaban, o agradecen con sinceridad el esfuerzo, de una comida bien hecha de una casa limpia o de un trabajo brillante. Es más fácil el desprecio, que es una forma de autoafirmarse por parte de quien lo hace, signo del machismo más infame.

Con los pequeños detalles se llena el cauce de la gratificación, tan necesaria para vitalizar la afectividad. Muchos hombres se conforman con expresar los sentimientos de su amor en forma de idea: pero la mayoría de las mujeres desean que esas ideas se traduzcan en las pequeñas cosas que iluminan la convivencia.

Compartir el trabajo de la casa y los hijos, evitando que el peso recaiga sobre la mujer, no es rebajarse, sino sacar adelante una casa en una sociedad donde la mujer además de su trabajo profesional, ha de llevar el peso del hogar. Los maridos que comparten son los mas duraderos.

Quizá, cuando pasan los años, las diferencias aparecen más marcadas. No tanto por el distanciamiento de la pareja, sino mas bien por un mayor conocimiento mutuo. Es entonces cuando hay que amarse en la diferencia. Esto quiere decir que la pareja feliz ha de empeñarse en que los conflictos procedentes del carácter desborden la convivencia. Se trata de aceptar la diferencia sin querer cambiar al otro, con una técnica psíquicamente aplastante y destructivo, procurando, procurando a toda costa, que el otro/a haga las cosas como a mi me gustan. Resulta necesario aprender a vivir con los aspectos del cónyuge que no van a cambiar nunca.

Hablar cuando algo no va bien ha sido siempre una de las mejores herramientas para superar los desencuentros. Los problemas abundan mas en una de las etapas de la vida que en otras: hacia los 5 de matrimonio y entre los 16 y los 20 según los expertos . Un 60% suelen ser problemas irremediables, pero los matrimonios felices se las arreglan para evitar el divorcio. Es preciso sentarse para hablar serenamente sobre las cosas que molestan, las actuaciones inadecuadas, la palabras que han herido. Entonces será mas fácil el perdón, bastara con decir "aquí no ha pasado nada", para seguir adelante. Por que cuando se perdona d corazón la herida se cierra y la cicatriz no se nota.

Tener sentido del humor es buena medicina de amplio espectro para descargar tensión profesional y familiar. Sentido positivo, sonrisa siempre a punto, cara alegre, respuestas cariñosas... Estas y otras pautas matrimoniales integran los ingredientes para superarse sobre las manías y otros defectos del carácter. Finalmente, con sus pequeños desencuentros y grandes amores, el matrimonio se encuentra feliz, sereno, enamorado , y la vida continua como al principio, pero con un mayor conocimiento mutuo.            

 

                              José Alcázar Godoy