ARTÍCULOS VARIOS SEVILLA
Y VELÁZQUEZ A
partir del próximo mes de Octubre, tendrán lugar en nuestra ciudad una
serie de muestras y exposiciones que conmemorarán el IV Centenario del
nacimiento de uno de nuestro mejores artistas; Diego Velázquez. Será una
gran oportunidad que ningún amante del arte debe dejar escapar, sin embargo
¿sabemos en que circunstancias fueron creadas las obras que vamos a ver?,
¿cómo era la Sevilla que vivió Velázquez? Nace
Diego en la collación de la Parroquia de San Pedro, donde se bautiza el 6
de Junio de 1599, probablemente sea también la fecha de su nacimiento, pues
era costumbre de la época bautizar de inmediato a los recién nacidos. Por
aquellos años era Sevilla la ciudad más poblada de España, puerta de las
Indias, ciudad cosmopolita donde las hubiera; el tráfico de mercancías,
oro, plata, piezas de arte... era deslumbrante; al mismo tiempo la ciudad se
había convertido en una nueva Babilonia, no sólo por la mezcla de idiomas
(gran parte de los comerciantes eran italianos o flamencos), sino por el
ambiente de pillaje y golfería al que la ciudad se vio sometida como consecuencia
del incesante ir y venir de personas y mercancías; en compensación a dicha
situación proliferaban innumerables cantidades de parroquias, conventos,
monasterios, beaterios, etc. Esta
es la ciudad en la que ve la luz nuestro genio, pero no nos dejemos
engañar, en la ciudad se desarrollan también otra serie de actividades,
que tendrán gran influencia en nuestro pintor; a la edad de 12 años entra
Diego como aprendiz en el taller de Francisco Pacheco, pintor mediocre sin
duda, pero gran maestro y asiduo visitante de los ambientes culturales y
artísticos más eruditos de la ciudad, no en vano se le considera el
fundador de la Academia sevillana. Pacheco frecuenta una serie de tertulias
en las que los mejores "conocedores" de la sociedad sevillana
charlan y exponen las distintas teorías artísticas vigentes en el momento,
allí acude también su discípulo y allí conocerá a los que serán sus
primeros coleccionistas; la más importante de todas tiene su sede de
reunión en la Casa de Pilatos, donde el Duque de Alcalá, su propietario,
se encarga probablemente, de traer los bodegones italianos y flamencos que
tanta influencia tendrá en esta primera época del pintor. La
pintura que se realiza en esta Sevilla de comienzos del siglo XVII, es en su
gran mayoría de temática religiosa, no sólo por la proliferación de
instituciones de esta índole, sino porque como ya antes dijimos era puerta de
las Indias y era aquí donde se recibían los encargos que tenían como destino
las nuevas fundaciones del Nuevo Mundo, sin olvidarnos de que estamos inmersos
en plena Contrarreforma, es la época de Martínez Montañés y al mismo tiempo
de Velázquez, surgirá la Escuela Sevillana con maestros de la categoría de
Zurbarán. Pero Velázquez
durante estos primeros años, hasta su marcha a Madrid en 1623, casi no toca
este tipo de pintura, a excepción de unas cuantas obras, su pintura será de
bodegones, fascinado por reproducir con virtuosismo ilusionista los brillos de
las ollas, las transparencias de las copas de cristal del Aguador, las texturas
de los objetos y los alimentos que aparecen en sus obras, como la clara que se
cuaja ante nuestros ávidos ojos en la Vieja friendo huevos, reflejo de la
influencia caravagiesca. Pero si de la pintura italiana tomó la técnica las
texturas, no ocurre así con los tipos, para Velázquez no hay nada burlesco ni
ridículo en los personajes que retrata, las figuras aunque humildes aparecen
tratadas con respeto y en ocasiones alcanzan una solemnidad casi litúrgica, son
las personas con las que se cruza por la calle, sus conciudadanos con los que
convive a diario, los que retrata. De
su época sevillana casi no existe documentación referida a encargos o compras,
cosa extraña en una ciudad donde hasta la más mínima transacción comercial
queda reflejada en el Archivo de Protocolos, esta circunstancia, que dificulta
el conocimiento de la influencia que la ciudad pudo tener en el pintor, le
favoreció en vida; pues con motivo de su nombramiento como caballero de la
Orden de Santiago, propuesto por Felipe IV, el pintor valiéndose de esta
circunstancia alegó no haberse dedicado a la pintura como oficio hasta que no
hubo sido pintor del rey, es decir a los ojos del propio pintor y de sus
contemporáneos (Alonso Cano y Murillo, entre otros) se había dedicado a la
pintura "por amor al arte". Y por "Amor al Arte" no debemos
perdernos ninguno de los acontecimientos que quedan por llegar, para así poder
disfrutar de un legado, que por universal nos ha sido arrebatado en parte, pero
no por ello deja de ser la obra de un Genio Sevillano.
M del Mar
Guerrero de la Rosa
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