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LA SANIDAD Y LA HIGIENE EN LAS ESCUELAS DE MANUEL SIUROT

Cuando el siglo que agoniza comenzaba sus primeros balbuceos, Manuel Siurot Rodríguez, abogado ilustre de brillantísimo porvenir, cambió la toga por la tiza y la pizarra para regenerar a su pueblo en los ámbitos sociocultural y moral, y sanearlo cultivando con esmero en sus famosas escuelas los valores vitales relacionados con la salud y la higiene.

Nada pudo hacer el prometedor alborear del nuevo siglo para romper la negrura de la situación de Huelva, originada por un colonialismo con las faltriqueras llenas de ambición, pero falto de corazón. Pobreza, incultura, analfabetismo y degeneración moral constituían los rasgos más relevantes de una sociedad explotada, prisionera de su propia incapacidad para percatarse de su desgracia y romper las cadenas del infortunio y del subdesarrollo.

Pareja a estas circunstancias, el rápido e incontrolado crecimiento demográfico producido por el imán del oropel de las minas sumió al pueblo onubense en la miseria higiénico-sanitaria. "Huelva -decía el diario de la provincia- se ha convertido en una sucia en la que todo es abandono". Ese mismo diario, denunciaba al poco tiempo: "...Si la mortalidad en Huelva es tan excesiva, debe ser que ni existe alcantarillado, ni se cuenta con el agua para atender a los más indispensables principios de higiene pública y privada".

La repercusión de esta situación en las escuelas no podía tener una tintura distinta. Los niños "se hacinaban en locales insalubres, carentes de aire puro", o según exponía el propio Gobernador Civil al Ministro del Ramo, en "locales inmundos, más propios para albergar alimañas que seres humanos, con material anacrónico, nidos de microbismo patógenos, causa de deformación física y tortura constante de los alumnos... Allí se almacena triple número de niños de los que caben; estas indefensas criaturas sufren con inconsciencia infantil la indiferencia ignorante de los mayores. ¿Cómo no han de odiar la escuela?". A esta situación de insalubridad en las escuelas se añadía, como una laceración superpuesta, el desconcierto y la anarquía en la enseñanza. El caos era tal que "no era posible navegar con acierto por el proceloso oleaje de la enseñanza onubense".

Este triste panorama, con celajes que oscurecían todas esperanza de redención, movió los resortes de la sensibilidad social y del compromiso cristiano de Manuel Siurot, y le impulsó a quemar la nave de su propia vida para remediar tanta miseria e incultura y tanto abandono de los niños pobres de su tierra, a la que quería regenerar y dignificar. "Cuando el tren de mi existencia marchaba por la cuesta arriba de la elevación social -escribía más tarde- el genio de mi destino levantó los raíles del avía y allá me fui por el terraplén abajo, para encontrar en el fondo del valle no el grito de la catástrofe, sino el fragor humano de la lucha por los niños pobres y abandonados en cuyos ojos preguntones, bocas hambrientas, pies descalzos, en cuyas lágrimas y  risas he acabado de aprender la trabazón sentimental del alma de mi pueblo".

Lo que a partir de este momento hizo Manuel Siurot en el campo de la pedagogía fue aplaudido y reconocido a todos los niveles, dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, en esta ocasión vamos a patentizar mínimamente qué importancia y lugar concedió el insigne pedagogo a la sanidad y la higiene en sus escuelas, cuyos alumnos eran "los niños pobres, los desherados de la fortuna, descalzos, mal alimentados y con las carnes amoratadas por el frío".

De manera atinada, Manuel Siurot empezó por dar respuesta a las necesidades más perentorias de sus alumnos con pinceladas de pedagogía perenne en el marco incomparable del humanismo cristiano. "La pobreza de nuestros niños -decía- nos obliga a una pedagogía complicada con la necesidad de dar a las criaturas pan y corazón, ropas para que abriguen sus cuerpos y besos para que alivien sus penas".

Pero si en el terreno didáctico del "maestro de los niños pobres de Huelva" le catapultó hacia la cima de los grandes pedagogos, sus desvelos en el ámbito higiénico-sanitario consiguieron resultados verdaderamente originales en su época. Las clases de las escuelas de Siurot rompían los esquemas de una arquitectura escolar marcada por la insalubridad y la tristeza, originadas por la falta de espacio y de luz. De ahí la admiración de las primeras religiosas Teresianas llegadas a Huelva e instaladas en las escuelas de Siurot del barrio del Polvorín... "En las clases penetra a raudales el sol, y no cabe más alegría ni sugestión más cabal que la estampada en aquellos muros por Siurot. Esto sin contar las clases al aire libre...".El propio Siurot daba su receta a los arquitectos para la construcción de escuelas de Siurot daba su receta a los arquitectos para la construcción de escuelas en nuestra región: "noventa partes al aire libre y diez de edificación". Y refriéndose a sus escuelas afirmaba: "Nuestros niños están al sol y al aire casi todo el tiempo que dura la faena escolar, y hacen moderados ejercicios naturales en sus juegos y paseos". Y en otro lugar añade: "Tienen juegos de pelota, ejercicios gimnásticos y todos esos sports que favorecen el desarrollo de la juventud, pero el juego que consideramos mejor, el sport mas completo es el Aire".

También a los extranjeros llamó poderosamente la atención estas características higiénico-sanitarias de las escuelas siurotianas. Así, la Misión chilena, presidida por el Senador de la República, D. Heliodoro Yánez, que visitó las escuelas de Siurot en 1919, escribió desde la otra orilla del Atlántico: "Hicimos una visita de inspección a las distintas dependencias de las escuelas. Espejo de limpieza y de orden nos pareció todo. Alicatados de colores alegres, azulejos de dibujo andaluz derraman por todas partes frescura y limpieza. Todo era muy hermoso, cómodo e higiénico". Y en Nueva York, la revista School and Society, escribía: "El sol, el aire y la alegría son las bases del sistema de D. Manuel.  Algunas clases se dan en la azotea, y por doquiera hay mucho mosaico blanco, en perfecto estado de pulcritud. Dormitorio, baños y todo lo demás reúnen perfectas condiciones higiénicas".

Tampoco descuidó Siurot la higiene corporal de los niños, como condición indispensable para su buen desarrollo físico. Con referencia a ella, especialmente en los meses de calor, escribía en las páginas de El Granito de Arena; "... Entre las preocupaciones de la Escuela figuran los baños obligatorios de pies. Demás están las ventanas y los ventiladores y las clases al aire libre, sino se acude al caño libre aplicado a los pies. Por ello, en cada una de las escuelas se han construido unos pilones de medio metro de altura, en los que pueden lavarse de un golpe treinta pies, o sea, quince niños. Además, sobre el pilón se ha montado un modesto servicio de duchas que constituye las delicias de los menudos bañistas. Una ración de sol del que por aquí abunda y otra de brisa de la que no se escasea y unos cuantos saltos buscando sobre el mapa de España grabado en el suelo, hacen admirablemente el servicio de toallas secantes".

Manuel Siurot tuvo siempre mucho cuidado de desarrollar su labor educativa en un medio natural sano y, por este motivo, sus escuelas se impartían al aire libre, siempre que las condiciones climáticas lo permitían. Si desde sus comienzos esto ya era un hecho, después de la primera gran reforma de sus escuelas escribe: "Las clases nuevas de niños son un encanto. Están a pleno sol y aire en una magnífica azotea, expresamente construida al efecto. Estoy contentísimo de poder tener actualmente a todos los niños de nuestras escuelas al aire libre. El aire es el complemento de la deficiente cocina de los pobres. Esos niños no comerán mucho, pero respiran bien; el sol oxida todas las palideces de su piel y anima con sus calorías las fuentes de la vida".

Cada una de las escuelas de "Manolo Siurot" -como cariñosamente se le llamaba también en Huelva- tenía asociada una granja agrícola, en la que los niños mayores, además de aprender un oficio, llevaban a sus casas los productos hortícolas cosechados, mitigando muy a menudo las necesidades de sus hogares por espacio de varios meses, "sin contar con lo que el trabajo hecho con orden, con herramientas a propósito, bajo dirección acertada y en plena luz y calor del sol, beneficia a la salud física y moral de los niños".

Introdujo, asimismo, el football en los terrenos de las Granjas agrícolas. "El football se ha introducido en nuestra granja agrícola. Este juego hace furor hoy en Huelva, y como por otra parte no es sólo inocente, sino muy higiénico y saludable, no habido inconveniente en darle entrada".

Manuel Siurot -como hemos querido hacer patente con estos pensamientos suyos fue siempre un gran defensor de unas escuelas sanas y alegres; y aún así, él siempre recomendaba:"Donde hay playa, los niños a la playa; donde haya sierra, es decir pureza de ambiente, altura beneficiosa para la respiración y estimulante poderoso de todas las funciones orgánicas, a la sierra con ellos; y donde no hay sierra, ni playa, al campo, que allí están siempre gratuitamente ofrecidos el sol, el aire y la libertad de la vida."

El esfuerzo y la defensa que hizo Siurot en pro de unas escuelas más dignas, más sanas y más alegres -reflejados en los textos que hemos espigado entre sus numerosos escritos-, muestran el cuño de su pedagogía pero, sobre todo, ponen de relieve que fue un maestro cabal que intentó -¡y lo consiguió! ofrecer a sus alumnos una educación integral, una de cuyas dimensiones fue, sin lugar a dudas, la educación para la salud, a través del cultivo de los valores higiénico-sanitarios. Su ejemplo, como en muchos otros aspectos, está ahí y puede extrapolarse a la escuela de hoy, simplemente teniendo en cuenta las necesidades socio-sanitarias de nuestra época y las connotaciones espacio-temporales de una escuela y otra.

Luis Llerena Baizan
(Universidad de Huelva)