ARTÍCULOS VARIOS

 

La fiesta como expresión
de la cultura popular

Durante los últimos tiempos estamos asistiendo a una progresiva manipulación del término "cultura", así como a una defensa a ultranza de todo lo que de una forma u otra se identifica como "popular". Sin embargo, parece que ambos términos responden a una explicación muy simple: podemos considerar cultura todo aquello que un pueblo determinado vive, siente y expresa, hereda y adquiere. Es verdad que podemos hablar de una "cultura material", es decir, de una serie de expresiones materiales de la cultura: arquitectura, pintura, cerámica..., como también lo es uq existe y se hace presente una "cultura inmaterial", representada por creencias, devociones, símbolos...

Seguramente una de las expresiones más completas de lo que damos en llamar "cultuta popular" es la fiesta. En la fiesta un pueblo expresa sus creencias, sus saberes y sus devociones por medio de una serie de símbolos, heredados unos y adquiridos otros. Y los expresa con todos los medios a su alcance, ya sean danzas, cantos, celebraciones de tipo religioso o de carácter marcadamente civil. Es verdad que nuestras fiestas se celebran en una abrumadora mayoría en torno de algún acontecimiento religioso, pero esto no debe extrañarnos cuando sabemos que la cultura de nuestro pueblo está enraizada en el fenómeno religioso, entendiendo el término en su más amplio sentido.

El acto festivo aparece como consecuencia de la necesidad que experimentan los hombres de "romper el tiempo", es decir, de introducir en sus vidas unos elementos que se salgan de la ruina diaria; esta ruptura se produce generalmente en función de unos momentos determinados, que pueden ser el final de las cosechas, el principio de la Cuaresma, el solsticio de invierno o de verano, el recuerdo de la muerte y resurrección de Cristo, e incluso, actos tan concretos como la incorporación a las filas militares de los mozo que han de cumplir el servicio militar obligatorio. Y todos estos actos, con motivaciones tan dispares entre sí, tienen siempre una serie de componentes rituales y simbólicos que nos permite enmarcarlos en el término "fiestas": el sol, la luna, la tierra, el fuego, el agua, las danzas, las máscaras, los animales, los árboles, los elementos religiosos, etc. En muchos casos, una fiesta que en sus comienzos tuvo lugar con motivo de fenómenos naturales, con el paso de los siglos se ha convertido en una fiesta religiosa; es el caso de la fiesta de San Juan, la noche más corta del año, en la que perviven elementos como el paso del fuego, junto con la devoción al Santo.

La mezcla de lo humano y lo divino es, asimismo, una nota a destacar en las celebraciones festeras. A lo largo de la historia podemos ver como una serie de santos cristianos se han ido convirtiendo en abanderados de diferentes causas de preocupación de los hombres y, por tanto, sus fiestas se han celebrado con mayor o menor pompa según que en un momento determinado estuviesen más o menos "de moda". Es el caso, por ejemplo, de Santa Águeda, que agrupa en torno a ella todas las reivindicaciones femeninas, y, que en los últimos tiempos hace que se celebren sus fiestas con inusitado esplendor. Quizás en el extremos contrario esté el caso de los Carnavales, celebrados con gran esplendor y enorme participación popular en años pasados, en los que la Cuaresma representaba la abstinencia de cualquier tipo de placer: en la actualidad, a pesar del enorme esfuerzo llevado a cabo por muchos ayuntamientos para convertirlos tras los años de prohibición en una fiesta de participación masiva, en la mayoría de los casos su celebración no pasa de ser testimonial, porque hoy día la Cuaresma no se interpreta con el sentido tan restrictivo que tenía en otras épocas.

Por otra parte, no podemos olvidar el hecho de que la fiesta es un hecho vivo, en continuo proceso de cambio. Por ello es capaz de unir lo tradicional y lo actual, conservando sus raíces y a la vez evolucionando como evoluciona la vida misma.

Fiestas como las Ferias, las Romerías o el Carnaval han experimentado en los últimos años cambios importantes; las Ferias de nuestros pueblos se han promocionado de forma espectacular con la mayor importancia adquirida por los Ayuntamientos; las Romerías se han incrementado, tanto en número, (con la aparición de algunas nuevas, como la de San Eustaquio de Sanlúcar la Mayor) como en afluencia de público; el Carnaval ha pasado de ser una fiesta prohibida a ser una fiesta promocionada, aunque en muchos casos la respuesta popular no hay sido la prevista.

Sirva esta página para ponernos en contacto con el fenómeno festero, para ir descubriendo en sucesivos números de la revista que hoy se incorpora a nuestro ámbito cultural, algunas de las fiestas que se celebran a lo largo del año en nuestra Comunidad Andaluza que, en éste como en otros muchos aspectos, presenta una riqueza difícil de superar.

Mª del Carmen Medina San Román