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Una avenida que honra a Sevilla:
<<Manuel Siurot>>

Se había puesto el sol. El 27 de febrero de 1940 se vistió Sevilla de luto. A las nueve de la noche, murió Manuel Siurot Rodríguez en su domicilio sevillano de de <<Villa Leonor>>, situado en la avenida de Jerez. Una cruel muerte corrió el visillo de la autentica grandeza del alma de un hombre integro y cabal, cuya vida constituye hoy un modelo de coherencia, de solidaridad y de acción social.   

Sevilla tuvo el privilegio merecido de recoger el ultimo aliento del <<maestro de los niños pobres>> de Huelva, porque supo apoyarlo de manera cordial cuando en su propia tierra la obra que había creado renunciando a un bien ganado y brillante porvenir, se resentía por falta de respaldo, tanto oficial como por parte del sector católico, replegado y miedoso ante los acontecimientos de la Segunda Republica Española. El insigne pedagogo supo también corresponder generosamente a las incesantes muestras de cariño del pueblo sevillano de la mejor forma que el sabia hacerlo: creando y orientando con su original estilo pedagógico las escuelas católicas de <<El Roció>>, en Triana; la de <<San Laureano>> en la Puerta Real; y otras como la del <<Cerro del Águila>>, <<Vázquez de Leca>> y <<Virgen Maria>>. 

La relación afectiva entre Sevilla y Siurot fue tan intensa que D. Eduardo Luca de Tena, alcalde de la ciudad a la fecha mencionada, expresó el dolor de los sevillanos con estas palabras: <<Sevilla se asocia de todo corazón al dolor que España siente por la muerte del insigne pedagogo e ilustre escritor y como homenaje a la bondad y sencillez de su vida ejemplar deposita en su tumba unas flores>>. Estas sentidas palabras fueron traducidas por los sevillanos en el rotulo de una de sus mas hermosas avenidas con el nombre de <<Manuel Siurot>>. Sin lugar a dudas Sevilla se honra a si misma al dedicar este recuerdo imperecedero a una de las mayores glorias de Andalucia.  

Hoy cuando la perspectiva del tiempo nos evidencia no solo la talla humana y la trascendencia social de su obra, sino también los pilares de santidad que la sostenían, la <<Avenida de Manuel Siurot>> debe ser para todos los Sevillanos un  motivo de gloria y un ejemplo de superación y de bondad.   

La apología de Manuel Siurot está ya hecha con su propia vida. Vio por primera vez el cielo azul de la Palma del Condado en el año 1872Sus padres humikldes pero de rancio abolengo cristiano, forjados en los principios de una rica personalidad  que conjugaba armoniosamente la regidumbre con la flexibilidad la altura intelectual con el amor al trabajo manual, la seriedad del compromiso con la alegría de vivir, el afan de promoción social con la entrega a los mas necesitados y una insobornable fe en Dios con el respeto a las personas de credos diferentes.

La fama de sus escuelas para niños pobres en Huelva alcanzo las cotas mas exigentes de recocimiento a todos los niveles . La obra sociocultural y educativa de Manuel Siurot halló eco no solo dentro de nuestras fronteras sino también en países como Argentina Santo Domingo, Venezuela, Chile, Estados Unidos, Inglaterra y Francia.    

En 1919, Manuel Siurot creó en Huelva un seminario para futuros maestros, echando sobre su espalda el pesado que suponía el sostenimiento gratuito de los cuarenta estudiantes que albergaba. Este sacrificio personal hizo posible romper los eslabones del infortunio al que estaban atados de manera irremediable algunos jóvenes buenos e inteligentes.

Pero ciertamente, si beneméritas  fueron estas instituciones educativas no menos lo fueron las obras sociales en favor de los de los menos favorecidos. Manuel Siurot se convirtió en el paladín de los pobres a los que defendió valientemente y a cuyos hijos alimentó durante muchos meses y en distintas ocasiones en tiempos de penuria como la primera Gran Guerra, o en las huelgas <<salvajes>> de la cuenca minera de Riotinto, especialmente en la de 1920.

Por estas y otras razones, La avenida Manuel Siurot es todo un reconocimiento a un hombre bueno sabio y generoso a quien Sevilla, con su exquisito señorio, ha sabido colocar en el sitio que se merece. 


     Luis Llerena Baizán