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La Mandrágora: Un "afrodisíaco" olvidado En la actualidad la sexualidad
parece estar de moda. El pro y los contras de los afrodisíacos se comentan
en las revistas médicas, en la prensa diaria, y ¿cómo no?, en los
chistes. En el papiro de Ebers (escrito en el 1500 a. J. C) se la designa como "dujajim" (el fruto que excita el amor), y la momia de Tutankamón (Tut Anj Amón: Imagen viviente de Amón; 1350 a. J. C.) lleva al cuello un collar de seis vueltas en el cual once raíces de mandrágora aseguran su potencia sexual en la otra vida, aún cuando tenía diecinueve años cuando murió. La mandrágora no es solo un afrodisíaco, ya que se le atribuyen otras muchas supuestas virtudes. De acuerdo con la tradición rabínica habría crecido en el Paraíso Terrenal, y en las antiguas culturas mediterráneas se consideró que hacia nacer el amor, curaba la esterilidad, tanto masculina como femenina, producía narcosis,... y multiplicaba el dinero. Su empleo estaba también relacionado con la brujería. Con un bebedizo de mandrágora Circe, según Homero en la Odisea, atraía a los hombres consiguiendo que la amasen para mas tarde transformarlos en animales para sus establos. ¿Como son estas plantas? ¿Que las hace tan apreciadas? Los ejemplares de Mandrágora autumnalis, así se conoce a nivel científico, son poco llamativos. Sus flores, de color azulado, rosado o blancas, aparecen a comienzo del otoño, rodeadas por un pequeño grupo de hojas de color verde intenso, que se localizan justamente encima del suelo. Sus frutos, sumamente aromáticos según el Cantar de los Cantares (7: 14), recuerdan a pequeños tomates amarillentos o anaranjados. Viven en gran parte de los países circunmediterraneos llegando por el W hasta los himalayas, y en el SW de la península Ibérica podemos encontrar algunas de sus poblaciones, principalmente en la provincia de Cádiz. El material que empleó Linneo para su descripción científica en 1753 podria proceder de las cercanías de Jerez de la frontera. A pesar de su poca vistosidad, atrajeron la atención de las personas por presentar raíces engrosadas, que en determinadas ocasiones, recuerdan la silueta de un hombre -ejemplares machos- o de una mujer -ejemplares hembras-. Lógicamente con gran frecuencia se conseguía esta similitud de una manera fraudulenta. Fue considerada como planta demoníaca, droga para brujerías o talismán precioso. Sus supuestas virtudes llegaron a Europa desde el próximo Oriente. Favoreciéndose su difusión mediante el comercio de sus raíces y su siembra en huertos y jardines. Se introdujeron básicamente en Francia, Inglaterra (posiblemente por los Romanos antes del siglo X), Austria, y Alemania. Sus propiedades eran conocidas por las personas medianamente instruidas por lo que aparecen citadas en diversas obras teatrales, fábulas y novelas hasta el siglo XVII: Enrique VII, Romeo y Julieta de Shakespeare; La mandrágora de Maquiavelo y en diversas fábulas de la Fontaine. Su recolección estaba rodeada de una serie de ritos de gran complejidad, llegándose a pensar que moriría el que la arrancaba, por lo que era remplazado por un perro atado a la raíz, y que incluso tenia mayor efecto si había crecido debajo de un ahorcado. Gradualmente fueron desapareciendo todas las supersticiones que la acompañaban, perdiéndose poco a poco sus supuestas virtudes, y ya en el XVIII solamente se la considera activa contra la sífilis, manteniendo la credibilidad en sus propiedades narcóticas. Debido al alto contenido en alcaloides trópanicos en toda la planta, su empleo puede producir graves intoxicaciones caracterizadas por hipertensión, vasodilatación, hemorragias a nivel de mucosas...por lo que su supuesta acción afrodisíaca a quedado completamente olvidada, hasta el punto de que en España, donde es bastante frecuente, no hay en la actualidad ningún dato sobre su utilización a nivel popular. En cuanto a su empleo como excitante sexual parece estar mas relacionado con la "teoría de las signaturas" (la forma de una planta nos indica su posible utilización) que con una base científica explicaria su auge hasta el siglo XVII y su posterior olvido.
Santiago Silvestre
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