Revista  Informativa  de  la  Fundación  Repetto

Verano  2000

Año  3º

EL MAESTRO JACHITA


   Uno nace borracho como puede nacer zurdo, o indio motilón o cantante de ópera. Igual. Y el maestro Jachita, por ejemplo, nació predestinado. Nunca se supo en qué instante de su vida empezó a beber pero se conoce en que momento justo dejó de hacerlo: el de la muerte. Pero aún en eso quedan serias dudas.

   El caso es que fue un borracho devocional, irrenunciable, nato. Y llevo su vocación  a tal virtuosismo que, sin vino encima, no era absolutamente nadie. NO era nadie. No era hombre “pa ná”, como el mismo dijo muchas veces y tan convencido estaba de eso que su vida no fue más que una borrachera imperturbable. Tan bien encajada y asimilada que en sus horas cenitales fue musa, razón y fundamento de recordadas maravillas artesanales cuya exquisitez rozaba lo seráfico. Además, supo ser borracho a secas, sin ínfulas ni claudicaciones y, sobre todo, sin adjetivos. Ni  patoso, ni garrulero, ni omiso, ni efervescente, ni nada. Sencillamente borracho. Por mas señas, carpintero de fama, ebanista sublime y torneador memorable, según reconocieron para asombro general los de su propio gremio. En las escasas obras que de él quedan – casi todas volaron del pueblo para siempre cuando a la gente le dio en cambiar caoba antigua por fornica- puede advertirse la precisión sin tacha de un pulso milimétrico, la exacta transparencia de unos ojos clarividentes y la artística lucidez de un cerebro privilegiado. Sin embargo, todos los testimonios amigos y enemigos coinciden en que el maestro Jachita era incapaz de manejar el torno, la gubia y el escoplo sin la inspiración de la melopea. Era, dicen, un hombre extraño a quien le funcionaban los mandos al revés.

    Tan incapaz fue de vivir sin vino encima, que las escasas horas sobrias de su existencia se las pasó dormido, según era público y notorio por boca de su mujer. En cambio, sus ímpetus creativos – y todos los demás ímpetus – eclosionaban fulgurantes cuando ya tenía cinco o seis vasitos – el les llamaba buchitos – en lo alto. De donde todo el mundo llegó al entendimiento de que sus normal, genuina y definitiva naturaleza era la de borracho. Tan era así que toda su exultante y contagiosa  vitalidad cuando curdela se tornaba fosquedad, desidia y retraimiento cuando fresco. Nunca bebió más que manzanilla y jamás fue bebedor atolondrado y codicioso. Bebía  sin un mal modo ni una mala manera, lenta pausadamente, con solemnidad patriarcal y parsimonia de oficiante, paladeador, casi masticador del vino hasta alcanzar el estado de gracia que lo elevaba de este mundo y así llegaba a la ingravidez semi-angélica, a la borrachera visceral, transfiguradora, entronizada en los adentros por impulsos pasionales alumbrados por la genialidad.

    Y era entonces cuando bajaba al fondo de sí mismo. Sus aprendices lo notaban no sólo por la eximia soltura de su pulso, sino porque, además, daba en canturrear pasajes de zarzuelas. De donde sus allegados dieron en comprender que cuando, por ejemplo, le emergían  las notas más o menos desafinadas de “ Luisa Fernanda”, - porque en la música no estaba su fortuna- el maestro Jachita había alcanzado las cimas del equilibrio emocional y los linderos del éxtasis. A todo esto, su salud fue todo un paradigma de inmunidad ciclópea frente a cualquier asomo de alifafe o destemplanza físicos o psíquicos. Murió porque sí, tirando del carro como él decía siempre, sin rastro de mal alguno, cuando ya se le calculaban ochenta y muchos abriles sobre la tierra.

    Por cierto, alguien tuvo la ocurrencia quizás irreverente- o acaso a modo de homenaje fervoroso, quien sabe- de plantarle entre las flores del nicho media botella de su manzanilla predilecta. Lo desconcertante fue que al día siguiente la media del caso estaba allí, en su sitio justo, pero descorchada y vacía. Fue aquel un misterio que jamás pudo aclararse.

                                                                Eduardo Domínguez Lobato

                                                                                            Periodista

 

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