Revista  Informativa  de  la  Fundación  Repetto

  Primavera  1999

 Año  2º

 

ESTADO DE SALUD Y FUNDACIONES


Desde hace algún tiempo las administraciones sanitarias han venido recurriendo a la fórmula de al institución fundacional para encauzar determinados proyectos de investigación, vincular el papel del capital privado al desarrollo de programas sanitarios o sencillamente ensayar nuevos modelos de gestión de la sanidad pública. La discusión sobre la conveniencia, oportunidad o bondad de este recurso se ha centrado en contradictorias posturas políticas teñidas, las más de las veces, de ideologías aparentes y ha puesto en el candelero informativo una realidad que, por antigua y generalizada en otros ámbitos sociales, no justifica en si misma la polémica. Me interesa en este artículo, no defender o adscribirme a ninguna de las posturas protagonistas de la polémica, sino avanzar algunos planteamientos básicos sobre el papel que, con independencia de que su promotor sea una institución pública o privada, creo pueden desempeñar las fundaciones en el ámbito de la salud.

En la razón de ser de la fundación podemos encontrar los elementos para el análisis. La fundación no es más que una masa patrimonial, un conjunto de recursos materiales que son puestos al servicio de un fin que le confiere el especial privilegio de nacer al derecho como persona. De este alumbramiento jurídico es responsable el fundador que cede un patrimonio inicial y libera finalmente el desarrollo y vida del mismo a las resultas de unos fines y unas reglas de funcionamiento por él expresados en el acto fundacional. A diferencia de las restantes personas jurídicas (sociedades, asociaciones, etc.), el promotor de la fundación compromete parte de su patrimonio cediendo su control definitivo a la estructura organizativa del patrimonio mismo. El interés social que merezcan los fines de la fundación justificará, por último el reconocimiento por parte del Estado de su utilidad pública. En este compromiso percibimos un componente de generosidad (no necesariamente desinteresada) que, en razón de determinados fines, cuestiona los principios básicos de la economía común vigente. En el caso que nos ocupa, la promoción de los asuntos relacionados con la salud merece la pena de tal modo, que el fundador renuncia al legítimo interés de controlar hasta sus últimas consecuencias parte de su patrimonio. Aquí reside el primer síntoma de la buena salud de estas fundaciones: son una apuesta comprometida por un valor que se considera trascendental para la vida social.

Una vez constituida, la fundación podrá desarrollar sus fines mediante un elenco no catalogable de actuaciones cuya única limitación está constituida por la legalidad y el respeto a dichos fines. Se pone de manifiesto así una capacidad de innovación, aventura y experimentación que coloca a las fundaciones en la posible punta de lanza de los modos de actuar social. Frente a los requerimientos del mercado que condicionan la vida de la empresas y entidades mercantiles o los sistemas de control que burocratizan la actuación de los entes públicos, las fundaciones puenden imaginar, crear inventar. Al hacerlo, ofrecerán modelos a seguir o permitirán descartar opciones malogradas. Con su éxito y su fracaso, contribuirán al saber común, enseñarán, inspirarán.

Por último, la fundación constituye un doble vehículo de participación de los ciudadanos en la vida colectiva. Al constituirla, los fundadores se pronuncian sobre el proyecto social, expresando sus prioridades sobre los problemas a considerar y proponiendo soluciones a los mismos. Posteriormente, el éxito de las actividades de la fundación, su prestigio y el reconocimiento formal y material que obtengan pondrán de manifiesto la adscripción y el acuerdo de la sociedad respecto a aquellos pronunciamientos programáticos y la forma de desarrollarlos. Si el ideal de organización democrática no limita su expresión a la esporádica manifestación de la voluntad política mediante el voto, no hay duda que las fundaciones son un importante instrumento de articulación social. Su desarrollo, el aumento de las donaciones que reciban, la importancia de las colaboraciones con otras instituciones, nos darán la medida del apoyo social obtenido. En una materia tan delicada como la salud y de tan evidente e inmediato interés social, esta participación en la determinación de los objetivos y en la propuesta de las soluciones supone, a mi entender, un afortunado, aunque humilde, tratamiento para la mejora de la salud de nuestro sistema sanitario.

José María Fernández Rodríguez

 TOXOPLASMOSIS EN LA EMBARAZADA

 

Continuo en este cuarto número de la revista, con otro problema infeccioso de interés general y que tiene un seguimiento especial en la embarazada: la toxoplasmosis.

El Toxoplasma gondii es un protozoo, que parasita al ser humano y cuyo huésped definitivo es el gato, el cual alberga al parásito en el tubo digestivo y lo expulsa por las heces en forma de ooquiste, los cuales son infecciosos. Los roedores, cerdos, bovinos, ovejas, cabras, pollos y otros mamíferos son huéspedes intermediarios y portadores de una forma infectante del parásito en los tejidos.

Por tanto los mecanismos de transmisión serán por comer carne infectada cruda o insuficiente cocida o más frecuentemente por la ingesta de ooquistes infectantes en distintos productos y aguas contaminadas (contacot con heces de gatos). Otra tercera vías sería por la infección de la mujer embarazada y su pase al feto a través de la placenta (vía transplacentaria).

En general la infección por este microorganismo es asintomático y sólo excepcionalmente se manifiesta como enfermedad. En adultos las formas clínicas más frecuentes son adenopatías sobre todo en zona cervical, acompañado de fiebre, dolores musculares y exantemas generalizados. Se suele curar de forma espontánea. Muy rara vez se producen formas más graves.

Por tanto, el mayor interés de esta infección desde el punto de vista de la patología humana se centra en la infección del feto, tema que nos ocupa, y en el enfermo inmunodeprimido. En este último caso afecta sobre todo a pacientes con SIDA, linfomas, leucemias y transplantes de órganos.

La transmisión de la infección de la madre al feto ocurre por vía sanguínea en casos de infecciones agudas. Durante el primer trimestre de embarazo la posibilidad de transmisión de la enfermedad presenta una baja frecuencia, siendo la patología en el feto muy grave; por el contrario en el tercer trimestre la presentación es más leve. Se han descrito muy variados cuadros clínicos, desde formas inaparentes, a distintas manifestaciones, incluyendo la llamada triada clásica: afectación ocular (coriorretinitis) y afectación cerebral (hidrocefalia y calcificaciones), que conllefa a la aparición de retraso mental de muy distinto grado. Como he mencionado anteriormente la afectación dependerá de la edad gestacional, siendo enfases muy avanzadas la enfermedad fetal muy leve o subclínica y las manifestaciones tardías.

El diagnóstico de esta enfermedad se realiza mediante la determinación de anticuerpos de la clase IgM e IgG en sangre del paciente. Los primeros en formarse serían de tipo IgM, indicando su presencia una infección reciente, ya que no persisten positivos y tienden a desaparecer en unos seis meses. En segundo lugar aparecen los anticuerpos IgG que son detectables durante toda la vida del paciente.

La presencia de anticuerpos maternos antes de la concepción la protege contra nuevas infecciones por este protozoo e impide que durante el embarazo el niño sufra una norma congénita de la enfermedad. Si estas pruebas fueran negativas, es decir no se detectaran anticuerpos en sangre, las embarazadas deberían ser controladas al menos mensualmente mediante la realización de análisis serológicos.

Por tanto las embarazadas que no posean anticuerpos contra T. Gondii, han de prevenir la infección tomando una serie de medidas higiénico-dietéticas, como son:

Es preciso cocer totalmente la carne de consumo, así como lavar escrupulosmente las manos después de manipular la carne cruda o bien utilizar guantes.

  Utilizar guantes cuando se esté en contacto con el suelo posiblemente contaminado o se realicen tareas de jardinería, lavándose siempre posteriormente las manos.

  Las frutas y los vegetales pueden estar infectados directa o indirectamente por el agua, por tanto se deben lavar muy bien antes de su ingestión. 

A los gatos se les dará alimentos secos, enlatados o hervidos y no se les premitirá que cacen ni coman desperdicios de los basureros.

Evitar el contacto directo con las heces de los gatos, no ocupándose de la limpieza de la caja donde el gato las deposita, ni estar en contacto con ese animal si se desconoce lo que ha comido.

Evitar que los gatos callejeros tengan acceso a los cajones o montones de arena en los que juegan los niños.

En cuanto al tratamiento, al existir un peiodo de tiempo entre la infección materna y la afectación del feto, cuanto antes se realice el diagnóstico, más rápida será la instauración del mismo y por tanto más posibilidades existen para que este se efectivo.

 

Rosario Aretio Najarro  

EL MOSTO DEL ALJARAFE

 

Como una reliquia de los tiempos, de la riqueza vitivinícola que en épocas pasadas, tuvo el Aljarafe sevillano, en contados rincones, de frescas bodegas, aún podemos degustar el vino nuevo, el mosto.

Detrás quedan esos campos de viñedos que ocupaban la mayoría de esa meseta de formación terciaria, cuyas frescas y albarizas tierras, criaban las variedades de uvas zalema y "garria", materia prima del mosto.

Viñas cuidadas con todo el esmero y cariño, abonadas con estiércol, podadas por manos expertas que sabían donde dar el corte para que las yemas del sarmiento estuviesen en el lugar preciso para la buena formación de la cepa.

Tierras alomadas y desfondadas a golpe de azadón para su meteorización y poda en verde, pasado el peligro de mildew, para dejar los racimos justos que madurarán en el verano tardío, bajo el sol del mediodía y el aire fresco y húmedo de Atlántico, la marea, que llega a estas tierras del atardecer.

En la historia están las uvas mollares y las pasas que competían en la Roma Imperial con las de Corinto, criadas en la solanera del Repudio, arroyo que dejó de ser río Pudio y que sigue cortando en dos, de norte a sur, el Aljarafe.

En el recuerdo las bodegas de Perona, en Castilleja de la Cuesta, las del marqués de Liendo en Gines, y las cine bodegas de Espartinas.

El cierre del Marco de Jerez, principal comprador de estos vinos, el descenso de su consumo, la falta de mano de obra especializada, el avance de las urbanizaciones y la política de reducir plantaciones por exceso de producción, dieron fin a este cultivo.

Y volviendo a nuestro mosto, éste se conseguía por los medios habituales de toda vendimia en la que la uva, recién cortada, llegaba al lagar donde, molida o pisada y prensada, el caldo pasado a bocoyes de madera de castaño y allí, en atmósfera sulfuroso, hacía su primera fermentación.

Y allá por San Andrés , fin de noviembre, los mostos estaban en su mejor momento: "En San Andrés, vino o vinagre, es".

Teníamos un vino tierno, de color muy pálido, brillante y con ligero aroma a manzanas.

Era el tiempo de acompañar la comidas rústicas con este vino:

"Tostá" con aceite.
Migas.
Sardinas asadas.
Lomo de cerdo asado sobre ascuas.

Y así lo teníamos hasta la primavera y, en esta época, antes de que llegaran los primeros calores, se sacaba de los bocoyes, separándolo de los restos sólidos de la fermentación y se dedicaba a consumo como vino normal o se iniciaba el "encabezamiento" para vino fino o solera, esto último, en poca cantidad ya que eran las bodegas de Jerez quienes se llevaban las mayoría de la producción.

¿Qué  queda con todo aquello? Casi nada. Exceptuando muy contados lugares en los que, como una reliquia histórica y tradición familiar, pongo por ejemplos las Bodegas Góngora de Villanueva donde se emplea el mismo sistema de prensado que en siglos pasados, por medio de "la Viga", o las Bodegas Patacabra, en Espartinas donde todavía usan la prensa de usillo movida a mano con sus pesados tablones de encina.

Viejas y frescas bodegas que saben del buen hacer y el mantener las tradiciones. Y viene aquí esto por aquello de las modas.

Hoy, quizá por ignorancia de quien lo toma o, por picardía de quien lo vende, vemos unos mostos turbios, casi como barro que ya, en el mes de octubre, van a su busca los fines de semana por los pueblos de esta zona.

¿Qué es lo que toman? Pues vino de baja graduación alcohólica, posiblemente el peor de la cosecha, sin terminar su fermentación y mezclado con los residuos sólidos que aún no han decantado.

Sin ánimo de absurdas y estériles polémicas, y sin corregir gustos a nadie, sí te digo que esa maravilla de la naturaleza que es el mosto del Aljarafe, en la copa ha de ser: pálido como el agua, de brillo aterciopelado si es de uva zalama, y brillante como el cristal y es de uva "garria", y con un discreto aroma a manzanas que, oliendo la copa con la boca entreabierta, no tienen fin.

Abel del Río

LA DANZA EN LAS FIESTAS DE ANDALUCÍA

 

El origen de las danzas es tan antiguo como la misma humanidad y, ya desde sus comienzos, presenta un carácter religioso que llega hasta nuestros días. La danza, en el contexto de la fiesta, se presenta generalmente como instrumento liberador de energía en homenaje a la divinidad, y, como tal, está presente en Andalucía al menos desde Estrabón, que "danzan cogidos de la mano". Marcial y Juvenal, hacia los años cien d. de J.C. recuerdan la gracia de las bailarinas gaditanas. A partir del siglo XV la repoblación de algunas tierras andaluzas hacen llegar a nuestra geografía diversas danzas de palos y espadas, procedentes tanto de Castilla como del País Vasco. El siglo XVI trae consigo la eclosión de las danzas religiosas como exteriorización de fe; la Iglesia, tras el Concilio de Trento, trata de catequizar a los fieles de todas las formas posibles, y toma de los ritos paganos todo aquello que puede hacer que el fiel se acerque más a Dios. Nacen así las danzas en honor de los santos patronos, que tienen lugar tanto dentro como fuera del templo.

Actualmente se siguen ejecutando en nuestra comunidad una serie de danzas rituales que podemos enmarcar dentro de varios epígrafes:

  • Danzas de adoración: son las que se realizan en honor, generalmente del Patrón o la Patrona de la de la localidad. Se suelen acompañar de cascabeles, castañuelas, etc. Entre ellas, el "bailes de los pasillos" de Níjar (Almería), con ritmo de verdiales y letras de fandangos de la localidad; los "danzantes de San Isidro" de Fuente Tójar (Córdoba), danzan el 15 de mayo de cada año en honor a su santo patrón, acompañando a la procesión del santo delante la imagen, con una indumentaria de la que cabe resaltar sus enormes sombreros en forma de tiara; la "danza de las tentaciones de San Antón" de Orce (Granada), que se danzan en la localidad al menos desde el siglo XIX, danza masculina como las anteriores, realizada en la localidad al menos desde el siglo XIX, danza masculina como las anteriores, realizada los días 16 aL 20 de enero en honor de San Antón; la "danza de los cascabeleros" de Alosno (Huelva), de la que se tiene noticias desde 1444, que tiene lugar el día de San Juan, acompañada de tambor y gaita, con tres tipos diferentes:"el coro" que se baila dentro de la iglesia, "la folía", paso de procesión que se lleva a cabo ininterrumpidamente mientras dure la misma, y la "danza guerrera", que se realiza en círculo girando siempre en el mismo sentido; en la indumentaria de los danzantes hay que resaltar los cascabeles que llevan atados a los tobillos y que dan nombre a la danza; los "danzantes de Santa Marina" en Cañaveral de León (Huelva), el 21 de julio danzan en honor a la santa, cuya devoción está documentada desde 1879; la "danza de la tórtola", en Hinojales (Huelva), en honor de la Virgen de la Tórtola, realizada siempre por un número impar de hombres, que va de siete a once; el "poleo" de El Cerro de Andévalo, llevada a cabo por mujeres, la mayordoma y las jamugueras, en honor a San Benito, el primer domingo de mayo, siendo de destacar la enorme riqueza de la indumentaria de las danzantes; los "danzantes de la Virgen de la Esperanza" y los "danzantes del Santísimo Sacramento" de Cumbres Mayores (Huelva), que danzan tanto el día de la patrona como en las fiestas del Corpus, teniendo en cuenta que en la procesión de ese día, los danzantes de la Virgen lo hacen dando la espalda al paso y los de Santísimo siempre dando la cara a la Custodia y danzando hacia atrás. Por último, como danzas de adoración no podemos olvidar a los "seises", que en la actualidad danzan en varias ciudades andaluzas, especialmente en Sevilla, Córdoba y Guadix; son danzas ejecutadas en sus comienzos en todas la catedrales de Andalucía, al menos desde el siglo XV; se enmarca dentro de las festividades de la Inmaculada y del Corpus, variando en ambos casos el color de su indumentaria.

 

  • Danzas guerreras: algunos autores las entroncan con antiguos ritos medicinales, pero hay que las relaciona con ritos de índole vegetativa. En Andalucía parece que llegaron con los repobladores procedentes de las zonas castellanas tras la conquista cristiana. Se conservan, entre otras, en la localidades de Obejo (Córdoba), en honor de su patrón San benito, la danza llamada del "patatús" o "bachimichía", aludiendo a la sucesión de pequeños saltos que dan los danzantes; en la Puebla de Guzmán (Huelva), en honor de la Virgen de la Peña y en el Cerro de Andévalo, también en San Benito. Son danzas realizadas con los palos que se cruzan y descruzan haciendo figuras que llegan incluso a un simulacro de "ahorcamiento" al maestro de la danza.

 

  • Danzas agrícolas: cabe señalar "el zángalo" ejecutadas en la Ribera del Genil en época de recolección, es una de la pocas danzas mixtas, ejecutadas por hombres y mujeres, que se conservan; el "chacarrá" de Rute (Córdoba) está también en esta línea y parece tener su origen el la aldea de Nacimiento.

Son estas líneas un ligero apunte de la enorme riqueza que Andalucía presenta en el capítulo de las danzas, tan desconocidas por otra parte. Sirvan simplemente para despertar la curiosidad de todos aquellos que quieren adentrarse en las costumbres que nos legaron nuestros mayores y que hemos de transmitir a nuestros hijos.

M Carmen Medina San Román

 

AVENTURA CINEGÉTICAS
"Recordando a mi padre: Alfonso Carmona"

 

Era un tipo estupendo. Y murió joven... Yo, que he estado muy cerca de él hasta su marcha, sé que la tenía perfectamente asumida, porque sabía que los cincuenta y un años que estuvo entre nosotros, los había vivido intensamente, que en otra persona hubieran supuesto, al menos tener ampliada su vida terrenal quizá otros tantos. Así que, creyendo haber cumplido la misión para la que había nacido, una tarde de Agosto, nos miró sonriente y, sencillamente, se apagó.

Creo que llegó a cumplir puntualmente las tres facetas que -parece-, ha de desempeñar todo varón que se precie, pues dicen que el hombre, como tal descrito, para poder sentirse realizado, ha de tener un hijo, un libro escrito y, un árbol en su vida haber plantado.

El hijo, lo tuvo multiplicado por cinco. Árboles plantó cientos, y el libro, aunque no fuera nunca encuadernado, lo fue desgranando en versos y escritos entrañables, que fue dispersando entre las gentes que tanto le hemos querido a lo largo de su corta vida.

Toda ella tuvo diferentes matices que no vamos a enumerar ahora, en cuanto se refiere al sentido de lo familiar, la amistad que tuvo por di visa, el sacrificio por un ideal, o el cumplimiento de su deber, cosas todas que ejecutó sin tasa ni medida. Por lo que esta sinopsis de su vida, la voy a referir exclusivamente a una pasión que tenía: la caza.

La afición le venía de lejos. Desde que era muy joven y aún llevaba pantalones cortos. Y como quiera que por la tarde ayudaba en su bufete a un excelente abogado, amigo de la familia, cazador impenitente en todas las modalidades de arte cinegético, muchos finales de semana se marchaban a la sierra, en un provecto automóvil Ford T, estilo Bonny & Clyde, que trepaba renqueante las cuestas de Los Cerrillos y Peñallana, para dar rienda suelta a su afición, concretamente en una de las facetas mas en boga de aquellos contornos de Sierra Morena: la caza de perdiz con reclamo.

Los preparativos de los bártulos se desarrollaban con precisión matemática: Ropa adecuada según la época, escopetas a punto, cananas repletas de cartuchos y, sobre todo, un par de machos es meradamente cuidados en sus jaulas, las cuales iban debidamente tapadas hasta situarlas en su camuflado puesto.

Tengo que hacer inciso, porque no me resisto a detallar los pormenores de como en aquellos años de la posguerra, era la forma de proveerse de la necesaria munición destinada a "apiolar" la pieza deseada.

Alfonso tenía una buen escopeta. Una "Sarasqueta" marca Jabalí, del calibre 16. Liviana, graciosa, bien pavonada, limpia como el jaspe, la culata y la caña perfectamente saqueadas, dispuesta siempre. Cuando la encaraba, se acoplaba al hombro como si, en el momento de apuntar a la pieza puesto a tiro, fuera una prolongación de los brazos, y quisiera formar parte de él mismo.

¡Ah!, pero el asunto de los "materiales" era otra cosa. Corrían tiempos difíciles en los que, aparte de la penuria económica, no se encontraba de nada. Los cartuchos, la pólvora y los plomos calibrados eran artículos poco menos que racionados. Pero la afición podía con tales inconvenientes. Recuerdo  vívidamente que, llegado el sábado, mi hermano se las arreglada, (y, enseñó a hacerlo para ayudarle), para que el día siguiente la canana estuviera repleta de los necesarios cartuchos, recargados una y otra vez hasta la extenuación.

La operación se desarrollaba de una manera absolutamente artesanal: Los cartuchos disparados, -previamente recogidos en el campo-, eran seleccionados, y a los aún utilizables, se les desmontaba cuidadosamente el mixto ya permutado; con una puntilla se desplazaba de su alojamiento el diminuto redondel de cobre y, con la cabeza de otro clavo, se volvía a poner plano. Los detonadores eran "mixtos cachondos", de los que se utilizan para las pistolas de juguete. Se recortaban de su cartoncillo, (¡cuántos me han explotado entre los dedos!) y un par de ellos se acoplaban en el minúsculo habitáculo mediante unos alicates, (¡cuántos me han chamuscado las uñas al apretarlos!), y se situaban nuevamente en el culatín del mas que usado cartucho.

La confección de los "plomillos" era asimismo un poema. El plomo necesario procedía de trozos de viejas cañerías rebuscadas entre los escombros como aprendiz de chatarrero. Se derretía hasta la ebullición y, con el cuidado que la temperatura requería, se colaba por un trozo de tele metálica a guisa de tamiz sobre un recipiente lleno de agua, donde los perdigones se enfriaban y endurecían, para servir, en forma de gotas, de elemento mortal sobre el objetivo destinado a la cazuela... 

¿Y la pólvora? Otro problema a solucionar. Hasta de morteros y balas de mosquetones Mauser, cuyos peines se hubiera uno podido agenciar, procedentes de la no muy lejana Guardia Civil...

Ya con los elementos necesarios, se procedía a la "recarga": Mixto en su culatín, un dedal (de coser, robado a mi madre) de pólvora, taco de papel de periódico, el plomaje necesario, -que al disparar se desplazaba en cualquier dirección- y una tapa de carón recortado según el calibre. Como "final de fabricación, una curiosa maquinilla acoplada al borde la mesa y, mediante la presión del dispositivo de que disponía para atenazar ambos extremos, se daban vueltas a la manivela para rebordear la vaina, y... cartucho dispuesto para ser disparado.

Pero volvamos al paraje escogido para la aventura de la caza de perdiz con reclamo. La finca era normalmente una que distaba de Andújar unos dieciocho kilómetros. Carretera del santuario de la virgen de la Cabeza arriba, se llegaba a la Venta de Los Pinos y, torciendo a la derecha, enfilabas un trecho hasta el Cortijo del Camino de la Plata, nombre que procedía de unos yacimiento que, en tiempos, fueron explotados en busca del preciado material.

Llegados al sitio preferido, se procedía a confeccionar el "puesto". Como un rito, se colocaba al pájaro-reclamo encima de unas matas de lentisco o jara, rodeándolo de tamujos por todas partes, menos por una que se dejaba al descubierto, de cara a una pequeña lonja o raso por la que debían entrar los machos silvestres, engallados y dispuestos a la pelea, con el intruso que osaba disputarles sus hembras y su terreno.

Enfrente de la jaula, y manteniendo un perfecta visión del rellano ya debidamente limpio de piedras y matorrales, a la distancia precisa, se improvisaba la choza donde los cazadores se emboscaban. Esta era lo suficientemente amplia para no entorpecer sus movimientos: construída con ramas de la flora circundante, para que difiriera lo menos posible del entorno natural. Solamente se podría distinguir -y eso para gente avezada al monte-, unas pequeñas troneras entre la maleza, por las que poder mirar, y sacar lo mínimo el cañón de las escopetas, dispuestas disparar sobre el pájaro guerrero que venía a defender su entorno y su emplumado harén, al escuchar el majestuoso "karatcat cha ká, karatcat chá cá" del macho enjaulado que retaba, dando saltos en su pequeña cárcel de alambre, al enemigo que acudía intrépidamente al combate.  

La escena siguiente era la culminación de toda esta obligada parafernalia: La perdiz macho que entra en la plazuela. Engallado, belicoso, queriendo alcanzar la jaula del intruso a veces, y otras arrastrando las alas por el suelo, como queriendo marcar sus dominios, mientras las hembras, que han acudido atraídas por los guerreros cánticos, contemplan, atónitas y coquetas, el desarrollo de la lid... La seca detonación resuena abatiendo al pájaro retador, mientras el eco se esparce rebotando por valles y laderas y, de nuevo, el silencio, roto únicamente por las manifestaciones de victoria de la perdiz enjaulada, convencida de que la rendición de su oponente se debe a su propia fiereza, que celebra con un canto de triunfo que se podría interpretar: "cuchichi... cuchichi..."

Han pasado los años...¿Sesenta quizá?. Pero aquél hombre imborrable recuerdo de mi niñez, permanece nítidamente en mi retina, y me parecer a mi hermano Alfonso, jaula a la espalda como un morral, caminando junto a su jefe y compañero, atravesando risco y collados, hollando jaras, tomillos y cantuesos, en busca del lugar preciso de montar el puesto.

Enrique Carmona Oyonarte
( su hermano )

 

"DE MÉDICO, POETA Y LOCO, TODOS TENEMOS UN POCO"

 

Quizás por ello, existen tantos refranes que aconsejan cómo mantener la salud, y advierten qué habitos nos la pueden hacer perder. Se encuadrarían hoy en lo que podíamos llamar "medicina preventiva popular", y destacan la importancia de la enseñanza en las edades jóvenes:

"Lo que aprende la niñez, no lo olvida la vejez"

Aunque hay que reconocer que la gran mayoría de los refranes están dirigidos a adultos, y algunos hacen referencia clara a la edad:

"De cuarenta para arriba, no te mojes la barriga"

"Jamón y vino anejo, estiran el pellejo"

"Quien de joven no trotea, de viejo galopea"

Y es realmente curioso como se reconoce el riesgo de fractura por osteoporosis en la personas de edad, así como la infecciones, pero en otros aspectos hacen diferencia en cuanto al sexo:

"Tres ces matan a las viejas: Caída, Catarro y Cagaleras"

"Caída, Casamiento y Catarro, tres ces que manda al viejo a mascar barro"

Se advierte al que enferma por seguir los consejos, que de poco puede quejarse:

"Justo es el mal que viene si lo busca el que lo tiene"

"Mejor curada está la herida que no se dio, que la que bien se curó"

"La salud perdida, entonces es reconocida"

Y que en ese momento, acuda al médico:

"Si tienes algún dolor, haz lo que te mande el doctor"

Enrique Bobillo Nieto