Una vez secuenciado el genoma, comienza
la tarea de desentrañar lo que hacen
los genes, es decir, para qué sirven las
proteínas que fabrican, por ejemplo. Hay
fundadas esperanzas de que a partir de
ahora podamos saber cuales son los genes
cuyo mal funcionamiento origina algunas
enfermedades, para poder reemplazarlos
por otros corregidos. Es lo que
se llama terapia génica. P ero para poder
combatir éstas y otras patologías, se precisa
saber cómo funcionan las proteínas
que produce un gen determinado. Comienza
la era post-genómica. L a historia
asistirá al relevo del genoma por el proteoma.
Un gen es un almacén de información
para elaborar una proteína. Cada proteína
es una máquina diminuta a la que está
encomendada el cumplimiento de una
función dentro de la célula, desde obtener
energía quemando glucosa hasta dirigir
la batalla contra una infección. Hay
que llegar a descifrar la estructura de la
proteína para entender su misión dentro
de la célula. Todavía resulta bastante lento
y tedioso, dada la complejidad de las
mismas, su número y las posibles combinaciones.
A partir de ahora, las palabras proteoma,
bioinformática, biochips y polimorfismos
serán de uso corriente y aparecerán
en los diarios y revistas con asiduidad. Estamos
ya en el futuro.
La siguiente etapa la constituyen en su
mayor parte el estudio de los ARN mensajeros
(ARNm) y las proteínas. Comparativamente,
si el ADN es el anteproyecto
que la célula utiliza para construir las
proteínas, el ARNm sería el plano parcial
que el contratista lleva a la obra cada día.
El ADN permanece en el núcleo de la célula;
los ARNm transcritos desde los genes
activos lo abandonan para ocuparse
de la fabricación proteica. Muchos de los
ADN no se activan, es decir, no se copian
en ARNm. Los hay que se activan y desactivan
en determinados momentos o
procesos. Una célula beta del páncreas
suele estar repleta de instrucciones de
ARNm, necesarias para fabricar insulina;
cosa que no sucede en una célula del cerebro,
por ejemplo. Se pensaba que un
gen correspondía con un ARNm y una
proteína. Hoy se sabe que esto es bastante
mas complicado. Los genes pueden
leerse por partes, se cortan, se empalman,
etc. Los investigadores han de prestar
atención, también ,al transcriptoma
(el conjunto de ARNm que una célula
produce en un momento dado).
Una de las técnicas utilizadas para su
lectura es el sistema , GeneChip, desarrollado
por A ffymetrix, en Santa Clara, California.
Para utilizar el sistema, se aísla el
ARNm de su célula, se etiqueta con un
marcador químico y se vierte en una placa
de gel. Observando qué parte del
mismo se empareja y se une al ADN
complementario, puede identificarse la
secuencias del ARNm analizado. Affy-metrix
ha obtenido dos nuevos tipos de
placas que permiten la identificación de
más de 60.000 ARNm humanos, una, y
con la otra se pueden detectar unos
1.700 ARNm humanos ligados a algunos
tipos de cáncer.
El Instituto Nacional del Cáncer americano,
de Bethesda, Maryland, lleva ya
cerca de tres años examinando los ARNm
producidos por varios tipos de células cancerosas. Es el Proyecto
Índice de los
Genes Tumorales Humanos, en el que colaboran,
además, las compañías farmacéuticas
Bristol-Meyers Squibb, Glax o
W ellcome y Merck. Hasta la fecha se han
identificado más de 50.000 genes que
están activos en uno o más tipos de cánceres.
Se ha objetivado que en las células
de algunos cánceres de mama actúan
5.692 genes, entre ellos 277 que no lo
hacen en otros tejidos. Por consiguiente,
productos farmacológicos dirigidos contra
las proteínas producidas por esos 277
genes, podrían servir como tratamiento
con menos efectos secundarios que los
actuales, al ser más específicos.
Celera Genomics negocia con Gene-Bio,
una rama del Instituto Suizo de
Bioinformática de Ginebra, un acuerdo
para constituir una compañía dedicada a
catalogar el proteoma humano completo.
El método que actualmente se utiliza para
estudiar las proteínas está basado en
un desarrollo electroforético bidimensional
sobre gel. Las proteínas migran sobre
el gel de agarosa por el influjo de la corriente eléctrica en función a su peso molecular
. A continuación se marcan manualmente
y se separan para identificarlas
por otro método, como la espectroscopía
de masas. Determinadas compañías,
como Large Scale Biology (California),
u Oxford GlycoSciences (Oxford, Inglaterra),
utilizan equipos automatizados.
Ésta última tiene un contrato con el laboratorio
Pfizer para analizar muestras de líquido
cefalorraquídeo de pacientes afectos
de Alzheimer. El equipo desarrollado
por el Instituto Suizo, dirigido por el Dr.
Hochstrasser avanza un paso más y permitirá
extraer automáticamente las manchas
directamente del gel, utilizando enzimas
para cortar las proteínas en fragmentos,
los introducirá en un espectrómetro
de masas láser y transferirá a un
ordenador toda la información para su
análisis. Curiosamente el fabricante del
revolucionario equipo automatizado es
Perkin-Elmer, la empresa mayoritaria de
Celera.
Otra forma de estudiar las proteínas,
disponible desde hace poco, consiste en
utilizar un producto fabricado
por Ciphergen Biosystems, de
Palo Alto, California, unas láminas
diseñadas para aislar las
proteínas en función de determinadas
propiedades, como su
capacidad de disolución en
agua, o de unión a metales
concretos. Después se colocan
en el lector , el espectrómetro
de masas. Uno de sus resultados
prácticos iniciales, fue el
descubrimiento de marcadores
tumorales precoces del cáncer
de próstata. Las pruebas basadas
en proteínas podrían permitir
una mejor discriminación
entre estados malignos y benignos
de la próstata que la
proporcionada por la actual
prueba del antígeno prostático
específico (PSA).
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